Una vez había un discípulo
que meditaba e invocaba al Creador. Durante diez años había hecho meditación
para alcanzar su Presencia. Entonces el Creador se le apareció y él le pidió
que por favor le diera una mente hermosa que pudiese manifestar cualquier cosa
que él quisiera.
Es cierto que si tenemos una mente como se debe, si tenemos
una mente buena podemos manifestar nuestras buenas intenciones en acciones.
Entonces el hombre le pidió al Creador: “Dame una mente que manifieste
cualquier cosa, que sea capaz de manifestar cualquier tipo de cosa”. El Creador
le respondió: “Te daré una mente así, pero has de tener en cuenta que si no le
das trabajo, ella te comerá y te destruirá. Continuamente tendrás que darle
trabajo y ella trabajará para ti, pero acuérdate que le tienes que dar siempre
trabajo; si no le das trabajo a la mente, ella te comerá. Aprende a darle
trabajo y ella te ayudará”.
Entonces el Creador le dio un
gran gigante como mente al discípulo y él se puso muy contento. El Creador
desapareció y entonces el gigante apareció y le preguntó al discípulo: ¿Qué
quieres? El discípulo le dijo: “Quiero una buena casa”, y en un minuto el
gigante le proporcionó una buena casa y le siguió preguntando: ¿Qué quieres
ahora? “Quiero una buena familia” y en otro minuto se la proporcionó. Le volvió
a preguntar: ¿Qué quieres? y el discípulo le dijo: “Un buen negocio”, y le
proporcionó un negocio próspero. ¿Y qué más quieres? “Un buen coche”. ¿Qué más
quieres? El discípulo empezaba a cansarse y no sabía qué pedir porque lo tenía
todo. “¿Qué más le pido?” se preguntaba; si no le pido algo al gigante, me va a
comer”. Yo no quiero más cosas, esto es demasiado para mí, una mente así yo no
la quiero; es mejor que tenga una mente normal porque este gigante lo hace todo
muy rápido y luego pregunta qué es lo que quiero.
Entonces el gigante le dijo: ” Si no tienes nada que pedir, déjame que te voy a comer”. Entonces el discípulo pensó “mejor me voy corriendo pues ya no le quiero ver más”. Y así lo hizo: corría por el monte y el gigante le seguía.
Al pasar por un monasterio un maestro que le vio, corriendo como un loco, le quiso parar, pero él no quería hasta que el monje le agarró de un brazo y le paró. “¿Me quieres decir qué te pasa?”. “Lo siento, no puedo, viene corriendo detrás de mí el gigante, y si no le doy trabajo me come. Le doy trabajo y lo acaba en seguida y me pregunta continuamente “¿qué quieres?”. Yo no quiero nada, pero él me dice que si no quiero nada, me come. Déjame que tengo que salir corriendo”. El Maestro le dijo: “El hecho de que corras no es solución porque es tan grande, que aunque vaya despacio llegará a cogerte, para él es muy fácil comerte”.
El Maestro le dijo:” ¿Sabes?, siempre hay un trabajo que poder darle: Si pierdes esta mente, ni la casa, ni el jardín, ni el coche se pueden manifestar. Por tanto la solución no es acabar con el gigante, sino darle un trabajo siempre que tú no lo necesites”.
El discípulo le dijo: “¿Crees que hay algún trabajo que el gigante pueda hacer mientras yo no lo necesite?” “Sí”, dijo el Maestro. Y el discípulo respondió: ” ¡Entonces seré el hombre más feliz de la Tierra si me enseñas el método!”.
“Ordénale que suba al árbol y que lo baje, para arriba y para abajo todo el rato hasta que lo necesites para realizar otro trabajo”.
Cuento sufí
La doctora Luján Comás explica esta historia en uno de sus artículos, la Respiración como herramienta en el duelo. Conectar con nuestra respiración es conectar con nuestro interior, con el aquí y el ahora, nos sirve para aquietar nuestra mente, en esta fórmula los ingredientes son gratis y están a nuestro alcance: constancia y voluntad.
Bosque de hayas, Beech
Fotografía: Pilar Vidal Clavería
24 agosto 2012
2 comentarios:
Me gusta mucho esta historia. Con tu permiso,la comparto.
Un beso
Una história muy interesante,Pilar.
Petons.
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