lunes, 27 de septiembre de 2010

Corazón

Si hablamos de las Flores de Bach a un nivel espiritual, de una evolución espiritual con la toma de los remedios, el amor es la virtud que desarrolla la toma de Chicory.

Sobre el amor podemos leer en la entrevista de hoy en La Vanguardia con motivo de la presentación del nuevo libro de Álex Rovira y Francesc Miralles.

"El amor no existe para hacernos felices sino para mostrarnos cuánto podemos resistir"

Álex Rovira y Frances Miralles colaboran de nuevo en la fábula "Un corazón lleno de estrellas" en la que hablan de las diferentes dimensiones del amor

Albert Domènech| Barcelona | 27/09/2010 | La Vanguardia |

Álex Rovira y Francesc Miralles vuelven a colaborar juntos tras el éxito que obtuvieron con el libro El laberinto de la felicidad y lo hacen ahora en la fábula Un corazón lleno de estrellas, una historia esperanzadora que analiza el poder ilimitado del amor. El Eros es el protagonista de un relato protagonizado por un niño huérfano que luchará para salvarle la vida a su compañera, guiado por los consejos de una sabia anciana. El pequeño tiene que localizar a nueve personas y confeccionar con retales de su ropa un corazón. Pero para que éste funcione necesita encontrar el secreto del amor ilimitado, que se esconde en lo más profundo de su alma. El libro describe diferentes dimensiones del amor y retrata al héroe desconocido que según los autores todos llevamos dentro y que despierta gracias al amor. Para Rovira y Miralles, amar significa cuidar, respetar y expresar. Tres verbos que condensan la esencia de una historia con la que pretenden dar 360 grados al trillado tridente Eros, Filia y Ágape.

-Un corazón lleno de estrellas es un libro que tiene como punto de mira al amor. ¿Qué creen que han aportado ustedes con este trabajo a todo lo que se lleva diciendo desde hace siglos sobre el arte de saber amar?

-Álex Rovira: Este verano leía el libro Quemar los días de James Salter, y es una novela fantástica sobre el amor sexual, el amor erótico, el amor a los amigos. Está claro que nuestro libro no es ninguna novela, porque parte de una fábula y es un registro mucho más breve, pero sí que nos hacía gracia hacer una reflexión amable sobre esto que llamamos amor, que es Eros, Filia y Ágape, pero también sobre los sujetos del amor, como pueden ser la cultura, la amistad, la naturaleza. Una reflexión sobre los diferentes grados del amor y de una manera más explícita dándole un formato, no infantil, pero casi. Esta sería la principal diferencia que creo que hemos aportado, el amor es esencialmente cuidar, es expresarlo, pero hay infinitos objetos de amor que nos rodean y de los que muchas veces no somos conscientes.

-¿Qué papel creen que tiene el amor en la consecución de nuestra felicidad personal?

-Francesc Miralles: Todo, si observamos a las personas, veremos que las personas que tienen un carácter más agrio o amargo, suelen ser personas que no tienen una buena relación de pareja y que no tienen muchos amigos. El ser humano es esencialmente social, y necesita tener buenas relaciones y tener vínculos a su lado. Como decía el poeta John Donne el amor es muy importante porque las personas que lo saben dar y recibir, son las más equilibradas que hay.

-¿Nos cuesta más que antes dar y recibir amor y conseguir ese equilibrio del que me hablan?

-A.R: Creo que la intimidad es la asignatura pendiente del ser humano pero históricamente, ya que nos construimos con una dialéctica entre el amor y el miedo, es decir, en la medida en la que te amo y me muestro vulnerable, me puedes hacer daño, así que me cierro. Esto pasa ahora y siempre. A mí más que la felicidad me gusta la alegría, es un concepto más desnudo. Las personas que viven la vida con alegría y de forma consciente saben que la felicidad consiste en hacer felices a los demás y esto implica una apertura que muchas veces es complicado. Probablemente por ello, y quizás hago una extrapolación que no es correcta, el máximo anhelo que tenemos los seres humanos es el de amar y sabernos queridos. En definitiva nos pasamos la vida buscando esto, ya sea a través del reconocimiento de nuestro trabajo, de la búsqueda de la ternura y de la caricia de la persona que amamos, del hijo, o el abrazo de un amigo. La historia de la humanidad se define por una dialéctica entre la adrenalina y la oxitocina, la hormona de la defensa y del miedo, y la de la felicidad y la apertura.

-Hay un momento en el libro en el que uno de los personajes pronuncia estas palabras: "El amor no existe para hacernos felices sino para mostrarnos cuánto podemos resistir". ¿Puede ser este otro de los grandes errores de la humanidad?

-A.R: Es una frase totalmente cierta. Pienso que el amor nos moviliza para que seamos felices pero también te das cuenta de lo que amas cuando tienes capacidad de longanimidad, es decir, de reiterar en la adversidad. Quieres estar con aquella persona, hay mil dificultades, y no puedes, pero la quieres, y estás ahí. De repente tomas conciencia de lo que eres capaz de resistir por amor, y no lo haces desde el sentimiento placentero, sino desde la adversidad, y es cuando te das cuenta de lo que da sentido a la vida. Viktor Frankl decía, ¿usted por qué no se suicida? Porque hay alguien a quien amo. Y esto es maravilloso, aunque nos lo han vendido mal, es como si el amor y la tristeza fuera antónimos, y no es así. Son agregados emocionales, todo está vinculado. Cuánto más quiero, más potencial tengo de odiar al objeto amoroso y a la vez de sentir tristeza. Cuando constatas esta intensidad tomas conciencia de que eres capaz de resistir profundamente gracias al poder del amor.

-¿Ustedes creen en el amor ilimitado y, si es así, cuáles son las claves para cultivarlo?

-F.M: El amor es ilimitado dentro de lo que son los poderes de una persona. Las bases para cultivarlo son distintas según el tipo de amor, porque lo que hemos hecho en este libro es diseccionar las diferentes categorías del amor. Para resumirlo un poco creo que pasaría por abrir compuertas y dejar que los sentimientos salgan y entren, cultivar la empatía, ser capaz de ponerte en el mundo del otro y vivir sus problemas como si fueran tuyos, y con estas reglas generales cualquier clase de amor será provechoso. El problema es cuando el amor se enquista y se vuelve una adicción, o una recriminación o un intercambio. El amor tiene que ser libre, sentido, y se tiene que dar por el solo hecho de que deseas agradecer algo, el amor es una forma de agradecimiento por la vida.

-A.R: Para mí el que sería el icono del amor ilimitado es el amor por los hijos. Yo a eso del amor incondicional no he llegado. Incluso con mi pareja que la quiero mucho hago un balance emocional, es decir, qué doy, qué recibo. Pero con los hijos, y especialmente cuando son pequeños, no te planteas dar la vida por ellos o darlo todo para que no sufran. Es algo instintivo, a lo mejor la genética es tan inteligente que nos ha programado para que el ágape, sea lo que hace que la especie sobreviva. En cuanto a la fórmula de cultivarlo entre los adultos, creo que el ejercicio más saludable y natural es la vocación de servicio, la voluntad de quererse dar al otro.

-Desgranan en su libro hasta diez dimensiones distintas del amor aunque uno llega a la conclusión de que la más importante es quererse a uno mismo…

-F.M: Sí, porque difícilmente una persona que se maltrata a ella misma tendrá las herramientas para poder valorar a los demás. Los demás son un espejo de lo que nosotros somos. La persona que es respetuosa consigo misma, con su cuerpo, con sus emociones, con su autoestima, está preparada para serlo con los demás. Las personas que hayan tenido una infancia especialmente dura o que tengan una falta de encaje con la realidad, tienen mucha dificultad para relacionarse con los otros porque no se entienden a sí mismos, y en consecuencia no entienden a los demás.

-Consideran también que hay una de esas dimensiones que es la que liga a todas las demás, la que reza que no sólo hay que dar amor, sino que también hay que expresarlo. ¿Vivimos una crisis de la comunicación sentimental?

-A.R: Pienso que hay muchos tópicos alrededor de este tema porque también podríamos decir que en la época victoriana la gente iba con unas represiones brutales o que por la moral católica ha habido una inhibición de la expresión y de la espontaneidad muy importante, los dogmas han hecho daño. Pienso que hay un contexto cultural, que hay unos medios de comunicación, pero que la tecnología no ha hecho tanto daño como se dice. Está claro que yo no me creo que haciendo un clic hagas un amigo, esto de Facebook es una gran falacia, es una perversión. Pienso que hay de todo, no te sabría marcar una tendencia, ¿qué piensas Francesc, vamos a mejor o a peor?

-F.M: Los cambios en los vehículos de comunicación han hecho que se multipliquen los contactos pero que pierdan intensidad. Hace unos cien años, una persona tenía tres o cuatro amigos y les tenía un seguimiento muy personal sobre los cambios que se producían en su vida, había una implicación personal en su vida. Hoy en día hay gente que te dice, tengo 350 amigos en el facebook, ¿pero qué sabes realmente de esas personas?

-Los protagonistas de su fábula son niños, uno de los cuales tiene que hacer un acto psicomágico para salvar la vida de su amiga. ¿Eso es algo que sólo puede hacerse con esa edad en la que uno es más inocente y puede creer que cualquier cosa es posible sin perder la esperanza?

-A.R: Sí, de alguna manera los niños manifiestan el espíritu libre sin condicionar la ingenuidad. Hay una frase de Andersen que citamos frecuentemente porque nos gusta mucho. Dice los que "los cuentos se escriben para que los niños se duerman y para que los adultos se despierten". Los niños ya están despiertos, en el sentido de que conectan con lo esencial, conectan con lo positivo y lo auténtico. Creo que perdemos la felicidad y la capacidad de amar en la medida que vamos matando al niño interior a base de desengaños de la vida y en la medida que el cinismo nos va corrompiendo. La inteligencia sin amor es especulación. Muchos adultos especulan con todo, pero no aman, porque han perdido el amor. Si queremos un mundo justo hay que poner la inteligencia al servicio del amor. Cuando lees en el libro lo que es capaz de hacer el niño protagonista no te lo cuestionas, es creíble, si lo hiciera un adulto pensaríamos que está chalado.

-Un niño que se va encontrando con diferentes personajes en su particular aventura y que le dan consejos vitales. No sé si estos serían esas "personas amarillas" a las que Albert Espinosa hacía referencia en su libro El mundo amarillo, gente que sin conocernos nos ayuda y aporta muchas cosas a nuestra aventurar de vivir…

-F.M: Sí, aunque este sea un relato largo, no deja de ser una novela en la que el protagonista va pasando una serie de pruebas y de cada una de ellas extrae alguna conclusión o algún aprendizaje. Es una alegoría de lo que pasa en la vida donde nos cruzamos con personas que son importantes y que si nos las encontramos es porque nos tenían que enseñar algo.

-Yo sé que para usted, Álex, este es un libro especialmente importante hasta el punto de que la historia nace a raíz de una vivencia personal a consecuencia de la enfermedad de su hija recién nacida y de las muestras de cariño que le brindaron desde Japón. ¿Qué ha aprendido durante todo este proceso?

-A.R: Este libro nació de una manera muy orgánica. Le comenté a Francesc la experiencia del osito de peluche que me regalaron desde Japón para mi hija y en esa misma conversación surgió la posibilidad de hacer un cuento aplicando la analogía de que cada recorte de ropa simbolizara un dimensión del amor. Todo libro que escribes no deja de ser una parte de alquimia de alguna circunstancia dura y dolorosa de la vida. En mi caso siempre ha sido así. Con Francesc tengo un amigo extraordinario con el que me lo paso muy bien escribiendo y en este libro confluye todo, siempre es un proceso fácil y orgánico.

-F.M: Sí, además es fácil escribir un libro con Álex porque cuando nosotros estamos hablando y el tema nos apasiona, él se conecta y lo ve todo muy claro. Te explica exactamente cada personaje que es lo que aporta, los mensajes, te lo da todo perfectamente trabajado.


Chicory
Foto: Pilar Vidal Clavería

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