Arigato gozaimás, muchísimas gracias, a todos los que compartíis este blog.
Magia, al descubrir las luces en la noche de Tokio desde el edificio Mori, de 238 m de altura.
Serenidad, al aparecer la imagen del Gran Buda, Daibutsu, en el templo de Kotoku-in en Kamakura, la sensación de calma y serenidad era absoluta.
Armonía, en la visita al templo de Ginkaku-ji, con su pabellón de plata y el primer jardín zen que visitamos.
Deslumbramiento, no solo el mio, sino el de las cientos de personas, en casi todos los lugares había cientos, mejor miles, de visitantes, que descubrían el pavellón dorado de Kinkaku-ji y que exclamaban ohhhh! en este caso el lenguaje era internacional.

Deslumbramiento, pavellón dorado de Kinkaku-ji
Regalo, fue para mi, el poder visitar la montaña sagrada de Kurama, donde el doctor Mikao Usui, ayuno y meditó durante 21 días, y fue iniciado en el uso de la fuerza sanadora del Reiki.

Regalo, templo Okunoin Mao-den en Kurama
Equilibrio, cementerio Oku-no-in en Koyasan
Relajación, templo Kongobu-ji en Koyasan
Ilusión, en el Parque Conmerativo de la Paz de Hiroshima
Regalo, templo Okunoin Mao-den en Kurama
Equilibrio, pasear por el templo-cementerio de Oku-no-in en Koyasan, recinto sepulcral con sus avenidas de cedros y miles de tumbas

Relajación, aún más que en los jardines zen anteriores, este espacio en el templo Kongobu-ji en Koyasan, daba sensación de relajación e invitaba a la meditación.
Ilusión, que se pueda apagar algún día la Llama de la Paz, en el Parque Conmerativo de la Paz, de Hiroshima, ya que significará que se ha destruido la última arma nuclear de la Tierra.

Fuerza, la que me transmitía la visión de la Torii del Itsukushima-jinja, en Miyajima.
Fuerza, Torii del Itsukushima-jinja, en Miyajima
Belleza, la que desprenden las hojas rojas de los arces que decoran de forma natural paisajes en bosques y jardines, como el de Hida-no-sato, la aldea tradicional cercana a Takayama