La historia del Roble albar
(Oak) (1934)
Un día, hace no mucho tiempo, un hombre que se apoyaba contra un roble albar en un viejo parque de Surrey, escuchó lo que el árbol pensaba.
Eran sonidos muy curiosos, pero lo árboles piensan, como se sabe, y algunas personas pueden comprender sus pensamientos.
Este viejo roble -era un roble muy viejo-, se decía para sí: "Cómo envidio a las vacas del prado que pueden andar por todo el campo, y aquí estoy yo; a mi alrededor todo es tan hermoso y maravilloso: los rayos del sol, las brisas y la lluvia. Sin embargo, estoy enraizado en este lugar".
Años más tarde el hombre descubrió que en las flores del roble albar había un gran poder, el poder de curar a mucha gente enferma, y de este modo recolectó sus flores y las convirtió en medicinas, y muchísimas personas fueron curadas y volvieron a sentirse bien.
Algún tiempo después, en una calurosa tarde de verano, el hombre estaba reclinado al borde de un campo de trigo, muy próximo al sueño y escuchó a un árbol pensar. El árbol hablaba consigo mismo muy sosegadamente y decía: "Ya no envidio a las vacas que andan por los prados, ahora puedo ir a los cuatro puntos cardinales del mundo a curar a los enfermos". El hombre miró hacia arriba y descubrió que era un roble el que estaba pensando.
Eran sonidos muy curiosos, pero lo árboles piensan, como se sabe, y algunas personas pueden comprender sus pensamientos.
Este viejo roble -era un roble muy viejo-, se decía para sí: "Cómo envidio a las vacas del prado que pueden andar por todo el campo, y aquí estoy yo; a mi alrededor todo es tan hermoso y maravilloso: los rayos del sol, las brisas y la lluvia. Sin embargo, estoy enraizado en este lugar".
Años más tarde el hombre descubrió que en las flores del roble albar había un gran poder, el poder de curar a mucha gente enferma, y de este modo recolectó sus flores y las convirtió en medicinas, y muchísimas personas fueron curadas y volvieron a sentirse bien.
Algún tiempo después, en una calurosa tarde de verano, el hombre estaba reclinado al borde de un campo de trigo, muy próximo al sueño y escuchó a un árbol pensar. El árbol hablaba consigo mismo muy sosegadamente y decía: "Ya no envidio a las vacas que andan por los prados, ahora puedo ir a los cuatro puntos cardinales del mundo a curar a los enfermos". El hombre miró hacia arriba y descubrió que era un roble el que estaba pensando.
Edward Bach
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