Recordemos que, cuando se descubre la falta, el remedio no consiste en combatir contra ella ni en emplear la fuerza de voluntad y la energía para suprimir lo incorrecto, sino en un desarrollo estable de la virtud opuesta.
A este desarrollo de la virtud opuesta, podemos darle también una lectura particular, la de incrementar nuestras fortalezas.
Martin Seligman, el psicológo y escritor, padre de la Psicología Positiva, expuso en su obra La auténtica felicidad un modelo con 24 fortalezas interiores, que están agrupadas en los siguientes grupos:
Sabiduría y conocimiento
Creatividad
Curiosidad
Apertura de mente
Deseo de aprender
Perspectiva
Coraje
Valentía
Persistencia
Integridad
Vitalidad
Amor y humanidad
Amor
Amabilidad
Inteligencia emocional
Justicia
Ciudadania
Equidad
Liderazgo
Templanza
Perdón y compasión
Humildad y modestia
Prudencia
Autocontrol
Trascendencia
Aprecio por la belleza y la excelencia
Gratitud
Esperanza y optimismo
Sentido del humor
Somos lo que repetidamente hacemos. Luego, la excelencia no es un acto, sino un hábito.
Aristóteles