martes, 6 de enero de 2009

Medina de Tripoli

La llegada al aeropuerto de Trípoli es sencillamente caótica, las maletas giran y giran en las cintas transportadoras, hay mas equipajes que pasajeros, el motivo lo sabremos cuando llevemos más de dos horas esperando unas maletas que no llegarán y que demostrarán que si se puede ir al desierto sin el calzado adecuado y sin más ropa que la puesta.

Parte del grupo que viajaremos durante nueve días por tierras libias, compartiremos cremas, camisetas y calcetines, ya que los que vinimos vía Roma y con la compañía Alitalia estamos sin el equipaje que no recuperaremos hasta seis días después cuando volvamos de nuevo al aeropuerto de Trípoli, de las quince personas del grupo, somos siete los que estamos en esa situación.

Visitamos la medina de Trípoli el domingo por la mañana. Un entramado de callejuelas en las que elementos del pasado romano comparten espacio con casas blancas y estrechas, tiendas con persianas verdes cerradas hasta pasadas las diez de la mañana.

La vida en la calle corre paralela a las actividades cotidianas, la compra, la costura, el ir y venir por calles no siempre limpias y donde los solares se convierten en basureros.



A lo largo de la medina pasamos por varías mezquitas con minaretes de diversos estilos, destacando las cúpulas verdes bajo el intenso azul del cielo.



En un de los extremos de la medina se levanta el arco de Marco Aurelio, terminado en el 164 d.C., se encuentra en lo que era el cruce de las dos grandes vías romanas de la antigua ciudad, el cardo máximo y el decumanus, y daba acceso a la ciudad desde el puerto.
Cerca del arco se encuentra la mezquita de Gurgi, construida en el siglo XIX cuando Tripoli estaba bajo dominio turco.



Fotos: Pilar Vidal Clavería

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