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martes, 20 de noviembre de 2012

Red Chestnut, la apertura a lo inesperado

La ansiedad y angustia que genera el sufrimiento pueden ser extremas en el caso de las personas que están en exceso preocupadas por el bienestar de los demás, en especial de sus seres queridos.

Su pensamiento cuando describimos a Red Chesnut, una de los últimos 19 remedios que descubrió el doctor Bach, es siempre negativo, siempre esperando que les pueda suceder lo peor.

Confiar en la vida es una apertura a lo inesperado, esto es lo que nos ofrece este remedio de bellas flores rojas presentadas en forma de racimo piramidal, un árbol híbrido entre el castaño blanco y el castaño Red Buckeye americano.

La esencia Red Chestnut nos ofrece que el sufrimiento puede revertir en calma y la angustia en optimismo.

Camino de la Pica d'Estats
Fotografía: Pilar Vidal Clavería
agosto 2012

Valorar a los hijos como un regalo es aceptarlos tal como son, no considerarlos objetos diseñados por nosotros, ni productos hechos a nuestro gusto o instrumentos para nuestra ambición. El amor de los padres no depende del talento, ni de los atributos de los hijos. Escogemos a los amigos y a las parejas en función de las cualidades que nos parecen atractivas, pero no escogemos a nuestros hijos. Sus cualidades son imprevisibles y ni tan solo los padres con más conciencia son totalmente responsables del tipo de hijos que tendrán. Este es el motivo por el cual la paternidad y la maternidad enseñan, más que cualquier otra relación humana, la apertura a lo inesperado.

Francesc Torralba

Otras entradas de Red Chestnut en: 
http://piltruns.blogspot.com.es/search/label/Red%20Chestnut

jueves, 17 de febrero de 2011

Actuar compartiendo

Hoy en la sección Vida de La Vanguardia se habla de la muerte y de la enfermedad, aspectos con los que convivimos nosotros y nuestros hijos.

La información y las respuestas son claras aunque tengan una negación delante:

No ocultar, no apattar, no silenciar, ante estas negaciones la clave puede estar en actuar compartiendo.

Entrevista en LaVanguardia de Núria Escur, 17 febrero 2011


Fórmulas para asumir momentos díficiles en familia

Los especialistas instan a explicar a los niños temas tabús

La falta de respuestas les hace sentirse pérdidos y engañados

A Maite no le hizo mucha gracia que la abuela María llegara un día con la maleta a rastras y se instalara en su habitación mientras a ella la metían a compartir cuarto con su hermana Laura. Su madre fue explicándole lo que ocurría: la abuela ya no podía quedarse sola en su casa, estaba enferma de algo que se llamaba alzheimer y no se acordaba de casi nada.

Cambiaron muchas cosas en casa. Hubo que poner carteles en la cocina, en el baño, en el armario, incluso uno en la puerta de salida con un No gigante. Y dibujarle el tiempo en una pizarrita: un paraguas si llovía o una bufanda para recordarle que se abrigara al ir al centro de día... “Pero yo seguía sin entender por qué tenía que vivir en nuestra casa si ella tenía un piso grande con tantas habitaciones vacías”.

Hasta que Maite empezó a tomarse las cosas como un juego: “La abuela se parece a nosotras, se ensucia cuando come y protesta cuando hay que bañarse, hay que ponerle un babero... le hemos comprado unos zapatos con velcro y ropa con cremalleras”. Así que lo que primero fue una intrusa acabó por convertirse en una nueva compañera de juegos.

“La abuela pasa mucho tiempo con la mirada perdida, como si estuviera mirando hacia un lugar. Cuando la vemos así nos sentamos en sus rodillas y le damos besitos por toda la cara. Y sus ojos regresan de aquel lugar lejano, y sonríe...”.

Maite tiene 7 años y ha salido de la imaginación de Ana Bergua –y de las ilustraciones de Carme Sala– en un libro de Ed. Proteus, La abuela necesita besitos. Pero hay muchas Maites reales por el mundo. Esa fue la idea de partida de la editorial al iniciar esta colección: ¿Cómo explicamos a los pequeños situaciones límite?

“A los niños no se les pueden silenciar las cosas. Hay que explicarles incluso lo que damos por supuesto que ya entienden... para que no interpreten mal”, explica Ana Bergua. Enfermera de profesión y dietista, vio la necesidad de explicar “grandes temas” a “pequeñas criaturas” al llevar a sus hijos, Antoni i Sergi, de 8 y 4 años, a una obra de teatro titulada Cirque déjà vu. “Era la historia de un payaso con alzheimer. Me di cuenta de que un crío no encaja que un adulto se desoriente”.

La falta de respuestas les hace sentirse perdidos y engañados. Lo expresan con perplejidad, regresión, ambivalencia o dolor psicosomático. Acompañar a un niño en un duelo, por ejemplo, significa ante todo no apartarle de lo que está ocurriendo, permitirle que participe. “Aunque no hace falta especificarles –continúa Bergua– que un familiar va a morir de un cáncer o el funcionamiento de la degeneración neuronal, hay que dejarle que se sienta parte de lo que ocurre”. El planteamiento sería el siguiente: “En casa tenemos un problema. Subíos al carro, necesitamos vuestra ayuda para ser un buen equipo. Que colaboren, que ayuden a vestirlo, naturalizar las cosas ayuda mucho, lo simplifica todo”.

“Los niños son de naturaleza egoísta, creen que todo gira a su alrededor y a menudo sólo ven la invasión de su territorio y que la madre tiene menos tiempo para ellos”, explica. Hay que darle la vuelta. Bergua está pensando en nuevas entregas: el paro o las distintas religiones. Alguien tendrá que dar respuesta a esas nuevas situaciones”.

Carme Sala, ilustradora y madre de dos niñas de 11 y 10 años, Martina y Claudia, cree que “cuando aparece un tema duro en casa, sea la muerte o la enfermedad, es indispensable explicarles lo que ocurre. Y si no también... porque cualquier día van a toparse con eso”. Sin caer en el exceso de información, que les aturde. Para los niños menores de 5 años, por ejemplo, la muerte es algo provisional y reversible.

En esa misma línea –ayudar a los pequeños a entender temas de mayores– apunta No pasar de largo (Proteus), la publicación de una charla del filósofo y teólogo Francesc Torralba. En ella recoge las reflexiones que compartió con niños y niñas de entre 10 y 12 años en un colegio público de Vic. Se trataba de explicarles para qué sirve la ética. “La ética consiste en no pasar de largo” y se desarrolla a partir de cinco ideas: responsabilidad, sensibilidad, donación, gratuidad y universalidad. No les detalló sus fuentes –Emmanuel Levinas, Jean-Luc Marion, Hans Jonas o El nen i la mort, de Esquerda y Agustí (Pagès Editors)–, pero cuando piensa en las nuevas generaciones no es apocalíptico.

Francesc Torralba

No les ocultes lo dramático de la vida

Cuando, ya en clase, se encontró ante ese grupo de chavales de diez y once años expectantes, cuenta Francesc Torralba que le entró el miedo escénico: “Temía no saber llegar a un pacto empático, no encontrar el registro lingüístico adecuado”. Aquellos chavales le dirigieron preguntas que nunca se habían atrevido a formularle explícitamente los universitarios:

“¿Por qué debemos ser éticos?, ¿qué ocurriría si en el mundo nadie fuera ético?”. “Eso fue lo mejor –reconoce–, nació el libro. Son tan libres... Profundos aunque les falte lenguaje. Un niño es un pequeño filósofo con capacidad de hacer pensar mucho a un adulto”.

¿Es partidario de explicar a los niños todo lo que ocurre en situaciones como enfermedad o muerte?
No hay que ocultarles los aspectos oscuros y dramáticos de la vida. Educar  es reducir la vulnerabilidad del niño, hacerlo más autónomo, más capaz, con más habilidades para adaptarse al mundo y, si es posible, transformarlo. No podemos ocultar una parte de la vida: el fracaso, la enfermedad, el dolor, la muerte, la violencia, el sufrimiento. Lo captan aunque les pongamos una cortina de humo.

¿Cómo conseguir eso?
Debemos darles instrumentos para gestionar correctamente estas situaciones difíciles. Los niños nos hacen preguntas que nos descolocan, nos dejan fuera de juego, nos hacen ver hasta qué punto ignoramos lo que verdaderamente es esencial, por ejemplo la muerte. Y hablarles con la sensibilidad y cuidado que requiere un interlocutor débil, en vías de desarrollo mental y emocional.

¿Es contraproducente ser vulnerables ante ellos?
Cuando no sabemos qué decirles es porque no tenemos respuestas concluyentes, pero también es bueno que conozcan nuestra precariedad, porque eso nos hace más humanos, cercanos.

¿Tenían ellos idea de lo que es la ética?
No tienen la menor idea del concepto. Pero conocen la experiencia que corresponde al término.

¿Cree que esta generación recuperará valores perdidos?
Los niños son especialmente receptivos, no tienen los prejuicios y tópicos del adulto. Aunque no nos lo parezca, los de ahora tienen la misma capacidad de ser educados que teníamos nosotros. Sólo hay que estimularles.

¿Cómo ayudarles en el duelo?

Aunque no entienda todo lo que ocurre, el niño, ante la muerte, intuye el dolor ajeno, oye llantos de adulto, interpreta a su modo las frases, vive cambios de rutinas, sabe que algo pasa... y se defiende a su modo.

Según William C. Kroen, entre los dos y los cinco años con rabia y enfado o regresión. Al principio –incluso después de meses– siguen buscando al difunto por la casa. Hay que tener en cuenta que a esa edad aún ven la muerte como algo reversible. Entre los seis y los nueve años reaccionan con la negación o la culpabilidad. Para aminorar esos procesos los especialistas insisten en ofrecer algunas sugerencias que ayudan a afrontar el duelo.

Primero: aunque resulte doloroso es mejor explicarle la muerte cuanto antes. El paso de las horas sólo aumenta la confusión y el drama.

Segundo: evitar los eufemismos, es mejor decirle que ha muerto que decir: “Le hemos perdido”.

Tercero: permitir que participe en los rituales funerarios que haya pensado la familia.

Cuarto: animarle a exteriorizar lo que siente. No apartarle, dejarle que lo comparta con todos.




  Actuar compartiendo
Edificio La Pedrera Caixa de Catalunya, Antoni Gaudi

Fotografía: Pilar Vidal Clavería
Counseling integrativo-relacional de duelo y pérdidas  
Terapeuta floral
 febrero 2011


domingo, 27 de junio de 2010

Volar

La llibertat que necessites de Francesc Torralba, ha sido publicado en marzo del 2010, por Ara LLibres.

Este es un libro donde las reflexiones sobre nuestra libertad, giran alrededor de unas jaulas, en las que nuestra mente nos mantiene presos, jaulas en las que permanecemos, porque nos acomodamos y donde la excusa es el argumento para no salir a volar.

Estas jaulas son nada menos que ocho y en cada una de ellas vemos reflejadas esas cadenas invisibles que nos privan de nuesta libertad.

La lectura del libro me ha acercado a las Flores de Bach, porque actúan como herramientas de conocimiento personal y que como ya dijera Horacio en la cita que encontramos en este libro de Torralba, "¿Quien es libre, pues? El sabio, que se comanda el mismo". Para comandarse a uno mismo es necesario, conocerse a uno mismo y las Flores de Bach son un buen medio para conseguirlo.

Algunas de las Flores de Bach son:

Willow, ante las excusas para echar a volar siempre aparece el resentimiento contra la vida, y la frase, si no fuera por.... es siempre el justificante de su mal humor.

Honeysuckle, para ese peso del pasado, tanto dulce como amargo, que también puede ser como una jaula, que nos limite la libertad en el presente y nos ayudará a cortar con el pesar, lo nostalgía de lo que dejemos atrás.

Y una de las flores de Bach que creo puede tener más sentido y fuerza para lograr el vuelo camino de la libertad puede ser Centaury, porque nos ayudará a soltarnos de los vínculos basados en la sumisión y en la explotación.

La virtud que desarrolla Centaury es precisamente la Fortaleza y podemos entender como fortaleza a esa fuerza de voluntad que nos permitirá llevar a cabo nuestro proyecto personal, nos ayudará a saber decir no, que es todo un arte, nos recuerda Torralba.

Y termina el libro con una potente exclamación: ¡Vuela!, para lo que de nuevo, como sucedierá con el prólogo, una obra de René Magritte sirve de imágen gráfica, en este caso se trata de Los compañeros del miedo de 1942.

Un miedo del que tanto nos habló en sus escritos el doctor Bach, ese miedo que nos impide volar, y que cómo escribiera el doctor Bach en su obra Curáte a ti mismo: "Otra ayuda fundamental para nosotros en desechar el miedo. En realidad el miedo no tiene cabida en el natural reino humano, porque nuestra Divinidad interior, que es nosotros, es invencible e inmoratal, y con tal que nos diéramos cuenta de ello, como Hijos de Dios, no tendríamos nada que temer".


Los compañeros del miedo, René Magritte

jueves, 24 de junio de 2010

Jaulas

He empezado esta tarde a leer un libro de reflexiones de Francesc Torralba, La libertad que necesitas y en su prólogo hace una confesión estética, le fascina la pintura de René Magritte (1898-1967).

Habla de una de las obras de Magritte El terapeuta, con este título y con lo que explica de ella Torralba, me ha faltado tiempo para buscar la imagen en el google.

El terapeuta, René Magritte

Habla el libro de ocho jaulas invisibles y de rituales de liberación, voy a seguir leyendo que las dos primeras jaulas, ya me han dejado bien atrapada.
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