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viernes, 23 de octubre de 2009

Darse permiso

El doctor Edward Bach en su última conferencia pública en octubre de 1936, estableció unos principios esenciales, uno de los cuales decía:

La mente es la parte más sensible de nuestro cuerpo y por eso, la mejor guía para indicarnos cuál es el remedio adecuado


Dennis Genpo, explica en esta entrevista la necesidad de calmar la mente dándonos permiso.


Dennis Genpo, Maestro Zen: "Mi felicidad no depende de lo que me pase"
Entrevista en El Periódico de Catalunya el 2 de julio 2008

Un desengaño amoroso le llevó a refugiarse en el desierto. Allí despertó de nuevo a la vida, y esa experiencia le inspiró la técnica de la Gran Mente.


GASPAR HERNÀNDEZ


--¿Cómo puedo calmar la mente?
--Dándote permiso. Para conseguir algo o ser alguien, primero tenemos que darnos permiso. Nuestra mente está muy ocupada, y no tenemos tiempo de conocerla realmente. Tratamos de aquietarla o de encontrar felicidad y gozo, pero es casi imposible conseguir una mente silenciosa sin darnos permiso. Y sin ningún tipo de técnica.

--Usted ha inventado la técnica de la Gran Mente, que bebe de la psicología.
--Sí. Es una técnica basada en el diálogo de voces, generado por dos psicólogos. Pero en el fondo viene de Jung y Freud. Se trata de convertirnos en presencia, despertar, consciencia. Siempre estamos buscando, tratando de encontrar algo, y en ese estado es imposible. Quien busca es el ego o el yo. Pero esa parte no es nuestra naturaleza esencial.

--¿Y cuál es?
--La que está en paz y no necesita nada. Mire, nuestra mente funciona como si tuviera una marcha puesta y no supiera entrar en punto muerto

--¿Cómo consiguió usted entrar en punto muerto?
--Un día, con 26 años, tuve problemas con una relación sentimental y decidí irme al desierto. Yo entonces tenía muchos problemas de diversa índole. Y cuando estaba solo contemplando la arena y las dunas tuve una gran experiencia de despertar. Mi vida entera se transformó.

--¿En qué sentido?
--Me di cuenta de que podía vivir totalmente en paz. El cerebro tiene dos raíles, como la vía de un tren. Está el raíl izquierdo y el raíl derecho. El izquierdo siempre quiere más, avanzar hacia adelante, no deja de pensar; el derecho es radicalmente lo opuesto: no va a ninguna parte pero ya está en paz. Son los hemisferios del cerebro. A partir de entonces me quedé en el raíl de la paz. Y estudié durante 24 años con un maestro zen, hasta que murió.

--Supuso un cambio radical en su vida porque, antes de esa experiencia, usted era hombre de negocios y deportista.
--Yo era un nadador muy disciplinado y competitivo. Entrenaba entre cuatro y ocho horas diarias. Mi maestro zen me dijo que nunca me daría cuenta de cuánto había obtenido de la práctica del deporte.

--Cuéntenos más cosas de los raíles de la vía de tren.
--El lado izquierdo es el hemisferio de la mente pequeña, el derecho es el de la gran mente. El izquierdo trabaja analíticamente, está limitado, constreñido, y nos separa del resto de la existencia. El derecho es creatividad, intuición, instinto; ahí no hay fronteras, no hay límites, no estamos separados de los otros seres y somos el mismo ser.

--¿En qué me puede ayudar su técnica de la Gran Mente?
--Te da la capacidad de ser libre y de poder elegir ante las decisiones. Yo experimento una felicidad incondicional. Mi felicidad no depende de lo que me pase. Por supuesto, cuando hay una razón para estar triste o enfadado puedo estar triste o enfadado, pero la tristeza o el enfado desaparecen muy rápidamente si lo deseo, y si estoy en ese lugar.

--¿Cómo es ese lugar?
--Es un lugar de vacío.

--Qué miedo.
--No, en absoluto. Es el momento presente.

--¿Cómo se aprende a estar en el presente?
--Estando. Cuando vivimos en el presente, estamos en la mente que no busca.

--¿A través de la meditación?
--Exacto. La meditación verdadera es estar con lo que sencillamente es. Y dejar que cualquier cosa surja, sin intentar controlarla o liberarnos de ella. Estar con lo que hay. Eso es.

--Pero el tiempo pasa, y cada vez más deprisa.
--El tiempo es un fenómeno interesante, porque es solo un concepto. Nunca respiramos en el pasado o el futuro, sino justo aquí y ahora. Los sonidos que oímos son los de ahora. Nunca oímos el pasado, a no ser que escuchemos la radio.

-¡La radio es presente!
--Quiero decir una grabación. Y lo mismo es aplicable a nuestros sentidos. Pensamos en presente, hablamos en presente y, en cambio, vivimos en el pasado o en el futuro, lo cual es una locura y nos hace disfuncionales. Por tanto, si queremos vivir una vida libre, tenemos que aprender a hacer este cambio para vivir en el presente.

--¿Y si alguien nos quiere mal?
--Los enemigos son nuestros maestros, siempre y cuando les permitamos serlo. De hecho, cualquier cosa puede ser nuestro maestro si queremos aprender. Cuando estamos despiertos, viviendo en el presente, todo nos enseña algo. Dejamos de ser víctimas y nos convertimos en señores de nuestra propia vida. Y en vez de ver a los demás como enemigos, los vemos como maestros.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Latidos


En Oriente, el tambor es el rey de todos los instrumentos musicales
El intenso sonido del tambor penetra en lo más hondo de los hombres

El solemne sonido del tambor abre el corazón de los hombres

La poderosa vibración del tambor puede despertar el alma de los hombres


Frases como estas encontramos en la hoja de presentación de la película El latido de la montaña y no se quedan cortas ya que el sonido del tambor penetra en nosotros, las vibraciones de los tambores resuenan en la sala del cine y en nuestro interior acompasando a los latidos del corazón.

El director de esta película Kenneth Bi dice que es un viaje de autodescubrimiento, y si lo fue para él también puede serlo para los que nos dejemos sentir por los sonidos de unos tambores que acompañan a unas imagenes que entrelazan el mundo de la mafia y corrupción en Hong Kong con el de una comunidad zen en las montañas de Taiwán.





jueves, 9 de julio de 2009

Voluntad

Esta semana me lo están poniendo fácil las entrevistas en La Contra de La Vanguardia para copiarlas en el blog.

Está es la cuarta, todas tienen cuestiones muy interesantes , en la de hoy también puedo encontrar puntos en común con la Obra escrita del doctor Bach, el ser feliz, el dejar el miedo, sin embargo lo primero que me ha venido a la mente al leer que la felicidad no viene dada, hay que currársela, han sido uno de los principios del Reiki: Trabaja en ti y el de practicar el kaizen (mejora continuada) que comenté en mi Versión particular de los siete principios ancestrales del libro El Monje que vendio el Ferrari y seguro que al ir leyendo encontramos más.

Javier Sádaba, catedrático de Ética
"La felicidad hay que currársela, no viene dada"
IMA SANCHÍS - 09/07/2009
La Contra-La Vanguardia

67 años. Nací en Vizcaya y vivo en Madrid. Doctor en Filosofía y Letras, licenciado en Teología y catedrático de Ética. Casado, un hijo y un nieto. La democracia no debería ser el mal menor, sino buena por ella misma. No creo en nada, pero pienso que nos rodea el misterio

Sigue preguntándose sobre el sentido de la vida?

Tenga sentido o no, es la pregunta fundamental. Hay que preguntarse seriamente si podemos sacarle jugo a esta vida.

En eso estamos todos.

Sí, pero lo que más nos importa se nos suele ir por las rendijas de la trivialidad: al margen de que uno sea futbolista o ajedrecista, nuestra felicidad depende de cómo posamos el pie en este mundo.

Aprendemos caminando.

Hay que tener muy despierta la inteligencia y la sensibilidad, porque hay cantidad de estímulos que nos vienen de fuera y que deberíamos aprovechar. Hay que estar como los indios: con la oreja siempre pegada al suelo. Y me parece decisivo tener carácter, es decir, querer estar bien, no dejarse llevar por los acontecimientos, ir directamente a las cosas con una voluntad fuerte.

Eso es tarea de una vida entera.

La vida buena, la felicidad, hay que currársela, no viene dada como un don del cielo. Y al final lo que uno hace es respirar bien: algo que está en potencia y uno lo pone en acto.

¿Con qué herramientas contamos?

Al final el objetivo es llegar a ser tú mismo, construirte, y para ello es necesario conocerse bien, saber lo que uno puede, cuáles son sus poderes, y desechar lo que no puede. Otra es saber estar bien con los demás.

Eso es muy difícil.

Habría que repetir una y mil veces aquella frase de Bergamín: "Sólo los solitarios son solidarios".

Hay que empezar por uno mismo.

Hay que saber de uno y, después, saber salir a los demás. Si uno es egoísta, aparte de que no hay nada más feo, se achica a sí mismo. Uno crece si crece con los otros. Desarrollar un altruismo inteligente es al final lo que merece la pena.

¿Qué impide la buena vida?

Aparte de uno mismo, en esta época sobreestimulada, ir deprisa por la vida y cierta patología sociopolítica que nos está hundiendo, que ha extendido el reino de la mentira, que valora muy poco a la gente por lo que ella pueda dar. Se trata de un paternalismo desilustrado.

Eso suena terrible.

En los países desarrollados hay un desequilibrio entre el desarrollo tecnocientífico y los sentimientos morales. Una inmensa disfunción entre lo que podríamos hacer y lo que hacemos.

Ponga el énfasis...

Lo pondría en la sensibilidad y los sentimientos, que son la llave para entrar en la vida buena, en nosotros y en los otros, y como guía la inteligencia, que es esclava de las pasiones pero siempre es un gran faro.

¿Y por qué estamos tan perdidos?

Deberíamos reflexionar más sobre aquello que está en nuestras manos hacer y crear unas relaciones mucho más auténticas. Hemos sido cómplices de unas instituciones que no han sabido hacerlo, y por eso estamos tan perdidos.

Igual lo que habría que hacer es eliminar unas cuantas.

El fracaso del avance democrático tiene mucho que ver con la alienación política de las instituciones, que en vez de ser los depositarios de la voluntad popular se han convertido en los que mandan e imponen sus intereses. Yo abogo por la abstención consciente.

... Pues le llamarán inconsciente.

La vida política se ha convertido en una noria de la cual no se sale: vienen unos, luego los otros, y todos son muy parecidos. La única forma de liberarse sería crear semilla en la sociedad, que cada uno viera que la vida política no va a cambiar desde la política, sino desde la acción cotidiana.

Usted dice que todos nacemos con un don, ¿está seguro?

Como decía Descartes, todos somos muy parecidos en inteligencia, pero después es una cuestión de disciplina, suerte y saber estar. La gente tiene capacidades ocultas que bien aprovechadas te pueden hacer la vida feliz.

¿Y para descubrir ese don?

Por una parte está el pensar, el ver como decía Wittgenstein, traspasar las cosas. A veces, callarse y esperar, y la gran mayoría de las veces, callarse y escuchar, fuera y dentro.

Yo, que me paso la vida escuchando, le diría que la acción es básica.

Sí, Wittgenstein decía que un concepto que no se aplica es vacío. Al final hay que comprometerse, hay que jugársela. Uno de los aspectos más deleznable de nuestros días es que no nos la jugamos, hay un miedo difuso que es paralizante. Todo el mundo teme salirse de la raya, ser considerado incorrecto, y las cosas cambian cuando uno actúa en consecuencia con lo que piensa.

¿Persigue la inocencia?

Persigo por lo menos la disposición a la inocencia: saber que las cosas pueden ser de otra manera. "Hay que vivir ingenuamente, y lo digo sin ingenuidad", decía Dostoyevski. De tonto no hay que ir, pero sí esperando siempre lo mejor de los otros, por lo menos como actitud de entrada.

¿El valor supremo?

Lo más artístico e interesante que hay en la vida es construir la propia bondad. El bueno inteligente es la más rara avis que existe, y ese me parece el valor supremo.

¿Y el humor?

Hay un nexo importante entre el humor y el amor, no sólo porque el humor es lo más erótico que existe, sino porque una persona con mucho humor es persona empática.


"La felicidad hay que currársela, no viene dada" Fuera de la raya

"Vivir supone dolor y vivir con quien se quiere y como se quiere exige energía, mirar de frente al mundo (...) No juzguéis con dureza a los demás, sabed estar sin hacer mucho ruido, pero, eso sí, haciendo lo que os dé la gana. Es eso lo importante". Así habla la tía Sandalia en La vida buena (Península), un libro inteligente, entretenido y culto que reflexiona sobre algunas herramientas para conquistar nuestra felicidad: cultivar la voluntad, explorar los propios talentos, el humor, saber querer, estar despiertos y tener amigos de verdad. Sádaba, en crecimiento continuo, nos invita a bailar fuera de la raya: "El mundo cambiará cuando seamos más libres y tengamos menos miedo".

Felicidad
Foto: Pilar Vidal Clavería
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