El once septiembre del 2001 mi mirada atónita observaba las imágenes que aparecían en los noticiarios, incrédula a una realidad propia de una pelicula de ciencia ficción, veía como se derrumbaban vidas y paisajes cotidianos.
Diez años depués llega a mis manos el libro de Tiziano Terzani, Cartas contra la guerra.
En su contraportada podemos leer:
Las causas de la guerra están en nosotros. Son pasiones como el deseo, el miedo, la inseguridad, la codicia, el orgullo, la vanidad.... Poco a poco tendremos que liberarnos, tenemos que cambiar. Empezar a tomar decisiones sobre la base de la moralidad y el desinterés. Hacer aquello que es justo, en lugar de lo que nos conviene. Educar a nuestros hijos para que sean honestos. Una civilización se refuerza con valores morales, no con armas.
Tiziano Terzani, protagonista de la reciente película,
El fin es mi principio, escribió Cartas contra la guerra tras los atentados a las Torres Gemelas. Las cartas están escritas en el curso del viaje que realizó desde Orsigna el 14 de septiembre de 2001 al Himalaya indio, el 17 de enero del 2002.
Con estas cartas no trata de convencer a nadie, sólo quiere hacer oír una voz, decir otra parte de la verdad, abrir un debate que permita tomar conciencia.
A la carta de Orsigna, la población italiana donde había pasado el verano del 2001 junto a su familia, le siguen la carta desde Florencia, dirigida a Oriana Fallaci, donde le explica que no se trata de justificar, de perdonar, sino de entender, entender porque está convencido de que el problema del terrorismo no se resuelve matando a los terroristas, sino eliminando las razones que los vuelven tales.
Continúan las cartas desde Peshawar, 27 de octubre de 2001, en el bazar de los narradores de historias, desde
Quetta, 14 de noviembre de 2001, un taliban con ordenador, desde Kabul, 19 de diciembre de 2001, el vendedor de patatas y la jaula de los lobos, desde Delhi 5 de enero de 2002, Hei Ram y por último desde el Himalaya indio, 17 de enero de 2002, ¿Qué hacer?
Finaliza el libro con estas palabras que transcribo:
Es el momento de salir al descubierto, es el momento de comprometerse con los valores en los que se cree. Una civilización se refuerza con su determinación moral mucho más que con nuevas armas.
Sobre todo debemos detenernos, tomarnos un tiempo para reflexionar, para estar en silencio. A menudo nos sentimos angustiados por la vida que llevamos, como el hombre que escapa asustado de su sombra y del estruendo de sus pasos. Cuanto más corre, más ve que su sombra lo acosa; cuanto más corre, más fuerte se hace el ruido de sus pasos y más lo perturba, hasta que se detiene y se sienta a la sombra de un árbol. Hagamos lo mismo.
Vistos desde el punto de vista del futuro, estos son aún los días en que es posible hacer algo. Hagámoslo. A veces cada uno por su cuenta, a veces todos juntos. Esta es una buena ocasión.
El camino es largo y a menudo está aún totalmente por inventar. Pero ¿preferimos el del embrutecimiento que tenemos delante? ¿O aquél, más breve, de nuestra propia extinción?
Entonces, ¡buen viaje! Tanto fuera como dentro.