La paciencia, la virtud o valor que desarrolla la toma de Impatiens tiene unas implicaciones positivas que quedan corroboradas por un estudio que se realizó en California en los años sesenta del siglo pasado.
Se realizó un estudio en niños de cuatro y cinco años que demostró que los niños que son pacientes cuando son adultos tienen una vida mejor.
En el experimento se les ofrecía a los niños un caramelo, se lo podían comer ya, pero si esperaban a hacerlo cuando el experimentador volviera a la sala, es decir si tenían paciencia, obtendrían un segundo caramelo.
Podían hacer lo que quisieran, los que lo comían ya, eran niños impacientes y los que podían esperar eran niños pacientes.
El psicólogo que realizaba el experimento decidió ir siguiendo a estos niños a lo largo de su vida, en la actualidad rondan los cincuenta y cinco años, las conclusiones de la observación es que los niños pacientes han tenido una vida de más calidad, han obtenido mejores calificaciones, han ido a la universidad, han sido menos obesos y menos propensos a las adiciciones.
Y no únicamente el aspecto de la paciencia, en cuanto a saber y poder esperar, y de la importancia de ver su sentido para conseguir una mejor calidad de vida, sino también el transmitir a los niños desde nuestra postura adulta la importancia de aceptar las demoras.
Nuestra cultura actual inmersa en la inmediatez requiere del desarrollo de la paciencia para que la tensión, la intolerancia y la irritabilidad consecuencias directas de la falta de paciencia reviertan en saber esperar, pararse a observar y desarrollar la empatía.
Fotografía: Pilar Vidal Clavería
Terapeuta floral
Counseling integrativo-relacional de duelo y pérdidas
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