sábado, 11 de septiembre de 2010

Médicos rurales

Este blog empezaba el mes de septiembre con una entrevista al médico rural Juan Gervas, hoy en El Periodico de Catalunya, encontramos una entrevista con Rosa Subirats, tambien médica rural

Gente corriente

Médica rural. La imagen romántica del médico de pueblo ha pasado a la historia gracias a los adelantos técnicos. ¿O no?

Rosa Subirats: "Ni el 061 ni un hospital resuelven las emociones"

Gemma Tramullas

Por la ventana de su consulta en el Centre d'Atenció Primària de Falset (Priorat) se divisan los viñedos abrasados por el sol. La gente de montaña vive hacia dentro; aquí las personas, sin hablar, ya se entienden. Más que recetas, esta médica de familia extiende gestos, silencios y consejos.

-¿Cuántos pacientes ha visto hoy?

-33.

-Y ahora, a desconectar.

-Pero con el móvil encendido. En los momentos de sufrimiento de las personas prefiero estar disponible. No sé en la ciudad, pero aquí no desconectamos nunca al cien por cien.

-Eso parece más propio de la imagen romántica del médico rural.

-Antes el médico estaba las 24 horas del día y la gente lo iba a buscar a todas horas. Cuando yo empecé, en los años 80, un personaje llamado El Penicilinas ponía inyecciones de penicilina a personas y animales. Todo esto ya casi no existe. Ahora tenemos el 061 y ambulancias medicalizadas. Nadie es imprescindible.

-¿Entonces?

-Tú conoces a las familias desde hace 20 años, sus valores, sus costumbres, sus sufrimientos. Es una putada que el día que la necesitas, la persona de tu confianza no esté.

-No habla de extender recetas.

-Estoy hablando del punto de vista emocional, no del farmacológico. Esto no lo resuelve el 061, ni un hospital, ni un CAP abierto las 24 horas. Y como el capellán no está…

-¿Por qué eligió estudiar medicina?

-Lo he pensado más de 40 veces y no lo sé. Yo soy hija de payeses. La naturaleza, el paisaje, el día a día del campo, la observación, todo eso es innato en mí. Mis principios me llevan a estar en contacto con la gente. Me gusta estar cerca.

-Y conoce a todo el mundo.

-Un pueblo es un mundo de contrastes, vienen todos, ricos y pobres. El mundo rural es generacional y el urbano, nuclear. Aquí tienes que conocer a los abuelos, a los hijos y a los nietos para saber qué persona tiene el rol del control en la familia, quién es el referente de los demás.

-Eso no se aprende en la facultad.

-He ido adaptando mis conocimientos para no meter la pata. Y a veces la respuesta no está en la medicina.

-¿Qué quiere decir?

-Una vez tuve una familia con un problema de drogadicción. En la casa vivían abuelos, padres e hijos. La abuela cuidaba de los nietos y el abuelo no pudo soportarlo y se fue a vivir al tros. Un día este viejecito, tan curvadito él, me trajo un platito de escalivada que él mismo había cultivado y guisado en el tros. Vino y me la dio. No dijo nada. Yo cerré la puerta y me eché a llorar. Con la escalivada me estaba pidiendo ayuda.

-Entiendo.

-Si no conoces a la familia, terminas recetando antidepresivos.

-¿Es que se recetan a la ligera?

-Yo le salgo barata al sistema. Tuve la suerte de trabajar con el doctor Vivancos, un gran clínico, y utilizo su método: ver, escuchar, palpar, explorar y deducir. Pero si el paciente se queda más tranquilo, le doy antidepresivos. Es perfectamente ético.

-¿Sus deducciones son infalibles?

-Nadie es Dios. Un día, a las diez de la mañana, pasé por un domicilio y no detecté nada grave en el paciente. A las seis de la tarde había muerto.

-Caray.

-¿Cómo se lee algo así? Pensaba que no era buena, porque no lo había podido deducir. A los dos días volví a la casa porque sentía que les debía una explicación. Pero ellos ya lo habían aceptado. La muerte es lo más humano que hay, lo más natural.

-¿Ya no la vive mal?

-No. Si un paciente mayor me pregunta «doctora, ¿cuánto me queda de vida?», yo le miro, le cojo la mano y permanezco en silencio, para que note la presión y sienta que le acompaño. Al cabo de unos minutos probablemente dirá: «Bueno, mañana volveré a venir». Un silencio compartido con amor puede ser la receta más inteligente.

-¿Y esto entra dentro de las funciones de un médico de familia?

-¡A veces me pregunto si no me estoy yendo a lo social y a lo psicológico! Pero es que la gente ya no va al médico para que le cure lo que tiene, sino por lo que pudiera ser. «Vengo porque no sea cosa que...», te dicen. Parece absurdo, pero necesitan que les aseguren que no les pasará nada.

-Eso no lo puede asegurar nadie.

-No. La gente te cuenta sensaciones íntimas, soledades, y es muy difícil distinguir entre lo banal y lo importante. Pero lo que te cuentan es un valor para ellos y en tus manos está interpretarlo.


Kyrgyzstan, junio 2009

Foto: Pilar Vidal Clavería

4 comentarios:

Isabel dijo...

Mi madre me contaba que el médico del pueblo no sólo los visitaba en consulta, sino que cuando paseaba se llegaba a las casas por gusto de saber si seguían bien.
Esto parece ya prehistórico.

Anima pensar que aún hay personas preocupadas por el tema.

Besos

añil dijo...

"Un silencio compartido con amor puede ser la receta más inteligente."


Estoy de acuerdo.

Un beso

Pilar Vidal Clavería dijo...

Cada situación requiere su momento de silencio o de palabras, el secreto está en que se compartan con amor

Un abrazo

Elvira dijo...

Me ha emocionado, Pilar. Un beso

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