Un libro y una película francesas tienen en común el tema familiar. Si hace unos días me quedé con el buen sabor de haber leído una excelente novela, ayer aprovechando la tarde lluviosa en Barcelona, también salí satisfecha de la sesión cinematográfica.
Nada se opone a la noche, es la última novela de la escritora Delphine de Vigan, una crónica familiar, que me atrapó desde la primera línea, una narración donde la escritora, que también es protagonista, aflora los secretos más oscuros de su familia, es una novela de no ficción donde se cierran heridas abiertas y se elaboran procesos de duelo.
Y sin embargo continúo desenredando la historia de mi madre, mezclo mi mirada de niña con la de adulta en la que me he convertido, me agarro a ese proyecto o quizás él se agarra a mí, no sé cual de los dos es más abrumador...La verdad es que no estoy segura de mantener la distancia, de llegar al final, la verdad es que tengo la sensación de haber caído en mi propia trampa, cuya imperiosa necesidad ya no es tan evidente.
Pero nada, sin embargo, puede detenerme.
La novela transcurre en París y también en la ciudad de las luces se desarrolla la película El nombre, Le Prénom, una obra de teatro llevada a la pantalla, donde los personajes cuenta su propia historia a partir de diálogos divertidos, reveladores y también hirientes. A partir de la elección del nombre para el futuro hijo de uno de los protagonistas, se establece un "combate" verbal, donde todos tienen mucho que decir y que escuchar.