Para dar impulso a este querer, a un actuar desde el entusiasmo está Wild Rose, la rosa silvestre, la flor de Bach que precisamente tiene unas preciosas flores en forma de corazón.
Wild Rose, está en el grupo de los que tienen poco interés por el presente,
Son personas que, sin razón especial , se resignan a todo lo que les ocurre, apenas se deslizan por la vida y abandonan la lucha sin lamentarse. No hacen ningún esfuerzo por mejorar las cosas y encontrar un poco de felicidad
E. Bach
Wild Rose devuelve la alegría, despierta las ganas de hacer cosas, de estar presente aquí y ahora. Puede como dice Tomeu Català ayudar a decidir cómo quieres vivir.
En estos días de abril la rosa silvestre se muestra sin flores, con espinas a lo largo de su tallo, en la última excursión a lo largo del camino me encontré con varías matas, en una de ellas hice está fotografía, en primer plano están las espinas, detrás la belleza de una montaña inmensa.
Tomeu Català, presidente del Proyecte Home en España
Cuándo  sintió la llamada? 
Alos 16 años, y no quise  escucharla,  el celibato me iba a contrapelo y la pobreza no me gustaba,  había estado educado en el tener.
Dos razones  poderosas. 
Al final fui fiel a mí mismo por encima de  los miedos. Creer en Dios está más allá de los dogmas. Y yo intento ir  más allá de la apariencia, me interesa lo profundo del otro, y si puedo  llegar, la relación es fluida y fácil. Esas son mis creencias.
¿Sin  crisis? 
Tres o cuatro años después de entrar en el  seminario tuve mi primera crisis de fe. Yo oraba: "Si es que existes,  haz que lo vea".
¿Lo vio? 
Lo viví, me  di cuenta de que Dios era una realidad; la aceptaba o no la aceptaba.
Y su  vida se convirtió en docencia y parroquia. 
Quería  formar personas. Y surgió el problema de las drogas, una epidemia de  heroína, y el gobierno y el obispo me pidieron ayuda. Estudié el tema y  entendí que las causas de la drogodependencia son humanas, culturales,  personales y sociales. Italia nos llevaba la delantera, allí nos  formamos e importé su proyecto.
Un proyecto  aconfesional. 
Eso me parecía importante: la libertad.  El proyecto debía estar abierto a todo tipo de personas: no nos importa  de dónde venga; la única condición es que quiera ser protagonista de su  rehabilitación.
¿Qué ha aprendido en estos 20 años? 
Que  por destruida que esté una persona siempre tiene capacidad para  recuperarse, aunque lo haya intentado cientos de veces. Decir que una  persona no tiene remedio es no creer en las personas. Y no es una teoría  o una esperanza, ¡yo lo veo, lo toco, lo vivo!
... 
...  Y también he aprendido que, más allá de las apariencias, existe algo  muy tierno que todos tenemos, hay que saber encontrarlo.
¿Y  usted cómo lo encuentra? 
Estando abierto, escuchando  no lo que me dicen, sino lo que hacen, acompañando, exigiendo,  provocando. Yo estoy convencido de que, más pronto o más tarde, toda  persona, con o sin adicciones, en algún momento de la vida conecta con  lo profundo de sí misma. Si estamos lo suficientemente atentos, esa  conexión nos puede revolucionar.
Pero siempre hay un  motivo motor. 
Es posible que la mecha la encienda algo  externo: un hijo, la familia, un juez, tocar fondo... Si en ese momento  sabes escucharte y hacer algo con esa revelación, el cambio sucede.  Normalmente, alguien con problemas de drogas no vive el presente, o bien  piensa en el futuro y hace planes que no lleva a término, o vive en un  pasado desgraciado. Hay que ayudarles a vivir en el presente.
¿Un  presente vacío? 
El presente no es complicado:  ducharte, prepararte el café...; estar presente en lo que haces.
No  es fácil cambiar de hábitos. 
Hace siete años tuve un  infarto, y a mis 61 años tuve que cambiar hábitos; sé que no es fácil,  pero es posible. Renuncié a muchas cosas y empecé a valorar otras en las  que no me había ni fijado. Sólo tú decides cómo quieres vivir.
Esa  es una verdad que solemos vestir con excusas. 
Por eso  el infarto ha sido uno de los grandes regalos de mi vida. Estuve más de  una hora sobre el volante, no podía moverme, el dolor era inmenso y tuve  la sensación de que moría. Pero tuve dos experiencias fortísimas: vi  pasar imágenes de personas a las que quería mucho, vivos y muertos, y lo  viví con mucha paz. Nunca había estado tan bien.
Qué  curioso. 
Entendí que el amor es lo esencial en la vida,  valorar el afecto de los otros. También pensé que debía pedir perdón  antes de morirme, pero no encontré nada de lo que arrepentirme. Después,  reflexionando..., porque ahora sí recuerdo cosas por las que pedir  perdón, he llegado a la conclusión de que cuando Dios perdona, olvida. Y  yo quiero aprender esa lección.
¿Que sólo existe hoy? 
Sí,  que lo importante es este momento.
¿Y si el momento es  insoportable? 
Mucha gente se droga por eso, para no  sentir ese dolor; pero será en un momento dado cuando decida que así no  quiere vivir.
Usted ve mucha miseria, ¿cómo lo resuelve  con Dios? 
Estuve en una parroquia celebrando la Pascua y  me salió decir: "Yo no creo en la resurrección, yo veo la resurrección  cada día". Dios es la posibilidad que tenemos todos de hacer el bien, y  haciendo el bien provocamos que otro pueda encontrar a Dios en su  interior. Debemos descubrir que Dios está en todo, no querer ponerlo en  todo.
¿Por qué algunos sufren tanto y otros tan poco? 
Nunca  he conocido a nadie que no haya sufrido, sea del estatus social que sea  y aparente lo que aparente. Una persona me preguntó: "Tú que los ves de  cerca, ¿cómo son los drogadictos?"... "Como tú", le contesté.  Sufrimiento y alegría hay en todas partes, lo importante es la actitud  ante lo que ocurre.
Ocurren muchas cosas. 
Hace  cuarenta años y pico, la gente del pueblo en el que vivía no podía  estudiar: para eso había que ir a la ciudad. Decidí estudiar una carrera  para poner un colegio en ese pueblo. Ante una necesidad, responde.
El Proyecte Home acoge a todo tipo de personas con drogodependencia, es aconfesional, apolítico y gratuito. El tratamiento, personal y cercano, es dispensado por un equipo multidisciplinar (80 profesionales). Al centro, famoso por sus éxitos, acuden desde presos hasta ejecutivos: "Poco a poco, van dejando su individualidad y pueden sentir que nadie los juzga por su pasado". Tomeu es un hombre de carácter, dice lo que piensa, y necesita el contacto con la gente. "La víspera de mi infarto me dieron la medalla de Isabel la Católica. Cuando vi que llegaba mi fin, la medalla no pintaba nada, por mi cabeza sólo pasaba la gente que amaba. Y ese es el aprendizaje constante: valorar el afecto de los otros".

 
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