Jaume Sanllorente: "He escrito este libro, en parte, por si me matan"
Era periodista y ahora dirige un orfanato en la India En Sonrisas de Bombay (Plataforma) cuenta cómo lo dejó todo para evitar que muchos niños fueran prostituidos.
GASPAR HERNÀNDEZ --Enhorabuena. Su madre debe de estar orgullosa de usted.
--¡Eso espero!
--Ella murió. ¿Tuvo algo que ver su muerte con que usted se hiciese cargo de un orfanato en la India?
--No lo creo. Aunque su muerte me hizo mejor persona.
--Usted trabajaba en una revista económica de Barcelona. Traje y corbata. Fue de viaje a la India, descubrió por casualidad un orfanato a punto de cerrar, lo dejó todo y se fue a vivir allá.
--Lo hubiese hecho cualquiera. Si el orfanato cerraba, 40 niños volvían a los prostíbulos de Bombay, o a las mafias, que amputan piernas y brazos a los niños para que den más pena a la hora de mendigar frente a hoteles de cinco estrellas. Las madres también hacen amputaciones.
--¿Las madres?
--Al ver que roban a los niños de sus vecinas, les amputan las extremidades para protegerlos. Si una mafia ve que el niño no tiene brazos, piensa que está tomado por otros grupos y no lo toca.
--¿Tan habitual es?
--Mucho. No exagero nada. Cerca de mi casa hay un puente donde cada mañana a las ocho hay una hilera de niños: sus propios tíos o padres los alquilan a otros mendigos por un día. Tú pagas 20 o 30 rupias por un niño, que a veces puede ser un bebé, y te lo llevas a pedir caridad contigo.
--Ahora los 40 niños del orfanato ya son casi 3.000. ¿Me puede hablar de algún nombre concreto?
--Rohit, un niño epiléptico, que perdió al padre y a la madre. El abuelo lo trajo al orfanato. Era un hombre que nunca había ido al médico, sano. Nos dijo: "Me queda poco de vida y me gustaría que os hicieseis cargo de Rohit". Al cabo de pocos días, cuando los papeles estaban firmados, el hombre murió. No murió hasta que no estuvo tranquilo.
--¿Cuánto cuesta el tratamiento para el niño?
--Once euros al mes. Fue el primer tratamiento que pudimos costear con las ayudas de Catalunya. Y gracias a ellas Rohit no está muerto.
--Otro caso concreto, por favor.
--Tenemos a una niña que era violada sistemáticamente por el abuelo materno, el abuelo paterno, los hermanos y el padre. La madre, de forma egoísta, para no contemplar aquello, la vendió a un prostíbulo.
--¿Cómo le dicen ustedes a esa niña que ella es un ser precioso?
--Con cariño y amor. Se tarda mucho tiempo.
--Por si fuera poco, ha creado usted dos escuelas y el proyecto Volver a la Vida para leprosos.
--Sí, cuando empecé con los leprosos tuve problemas dentro de mi propio equipo. Amenazaban con irse. La lepra allí es tabú, a pesar de que el 70% de los leprosos del mundo están en la India.
--¿Por qué es tabú?
--Por el estigma, el tema religioso. Un leproso es un maldito. Lo repudian hasta sus padres.
--¿Qué hace por ellos?
--A los enfermos, encontrarles un trabajo que les permita subsistir. A sus hijos, les buscamos una escuela donde no sean rechazados por ser hijos de leproso. Y les financiamos la matrícula y el material.
--Las mafias le quieren matar.
--Han quemado la oficina dos veces. Le dije a la policía que, total, mi trabajo no es tan importante, que en la India hay muchos millones de niños para secuestrar. Me respondieron: "Menos importante es tu vida". A ellos les da igual pegarte un tiro.
--Lleva escolta las 24 horas del día.
--Yo no quería. Lo hice por mi entorno familiar. Cada día miran el coche por debajo, con un espejo, por si hay una bomba. Tengo que vigilar por dónde camino, dónde me siento...
--¿Cómo lleva tanta convivencia con la muerte?
--Viviendo con la muerte se aprecia más la vida. Incluso pensando en la muerte propia. No me asusta pensar qué pasaría si muero. Es un proceso más. Triste, sí, pero un proceso más.
--¿Tiene presente el riesgo de morir pronto?
--Sí, lo tengo muy presente. Pero la ONG Sonrisas de Bombay continuará. Está todo bien atado. En parte he escrito este libro por la posibilidad de que cualquier día me maten en Bombay. Entonces, al menos quedará este testimonio. Me gustaría transmitir a la gente que no hace falta ser espiritual para mejorar el mundo. Todos podemos hacerlo.
--Acabemos hablando de las sonrisas, por favor.
--Es lo que me transmiten, lo que regalan estos niños. No somos conscientes del poder que tiene una sonrisa. Aquí, vas en ascensor y todo el mundo está serio. Si alguien sonriera, seguro que los otros saldrían diciendo que está como una cabra. Aquí, sonríes por la calle y piensan que estás loco.
Fotografia: Pilar Vidal Clavería
1 comentario:
Precioso y terrible a la vez.
Besos
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