BEECH
Intolerancia
Los doce curadores y otros remedios
E. Bach, 1936
PILAR VIDAL CLAVERIA. Counseling integrativo-relacional duelo y pérdidas, Máster IL3 Universidad Barcelona, Instituto IPIR. Terapeuta floral. Lic Ciencias Biológicas Univ Barcelona.Información y consultas 652631831. Este blog es un espacio donde encontrarás información sobre el acompañamiento en el duelo y las pérdidas, la terapia floral y también algunos de mis intereses personales: fotografía, viajes, películas, entrevistas,reflexiones....Gracias por visitarlo y compartirlo
No hay nada más pedagógico que el entusiasmo, es una de las respuestas de la entrevista de hoy de La Contra, y la escojo porqué el entusiasmo, el transmitir entusiasmo, lo relaciono con el ser feliz, un entusiasmo como ya he comentado en otras entradas del blog, desde la alegría, desde un Wild Rose positivo,cuando el remedio ha devuelto el entusiasmo, no desmesurado como en Vervain, sino disfrutando de la alegría de vivir, de estar presente aquí y ahora.
Marta Minguella, pedagoga musical, compositora de música y canciones para niños
"Si sonríes en la adversidad, tu mal empequeñece"
IMA SANCHÍS - 01/02/2010 La Contra - La Vanguardia
64 años. Nací y vivo en Barcelona. Estudié la carrera de solfeo, piano, guitarra, instrumental Orff Schulwerk y la de Pedagogía Musical. Ahora formo a niños de 5 meses a 5 años. Soltera, vivo con mis dos perritas: Pupi y Nina.Los políticos trabajan para sí mismos. Soy católica
Una vida entusiasta En su blog, consultado por niños y adultos, se define como "espécimen un poco extravagante, resistente a 16.000 niños". Tiene 200 primeros premios de música internacionales, varios libros publicados, un estudio inédito sobre la estimulación a través de la música de los bebés prematuros. Ha ganado tres veces el Zecchino d'Oro, en Bolonia, el mayor festival de música infantil. Entre otras, es suya la canción de las muñecas de Famosa.
De pequeña nunca quería comer.
¿Y eso?
Entiendo.
A mi padre, autodidacta, le gustaba tocar el piano. Yo siempre le miraba. Un día mi abuela me sentó en el piano para, entre nota y nota, meterme cucharada: "Toca, Martita, toca"... Y con las dos manos toqué toda suerte de canciones que oía en la radio.
Qué susto.
A mi abuela se le cayó el plato. Mi madre, asustada, llamó a mi padre, que también quedó mudo. Consultaron con el psicólogo del colegio y les dijo: "Cuidado, que le puede explotar el cerebro. No la dejen tocar".
Qué bruto.
Una lástima, aun así no pudo conmigo. Llegó Navidad, todavía no tenía los tres años, y mi madre me preguntó: "¿No te han enseñado a cantar villancicos en el cole?". "Sí, pero no me los sé - le contesté-,si quieres los toco". Y estuve toda la tarde tocando villancicos. Esperaron a que cumpliera cinco años para llevarme a estudiar piano. A los once había terminado la carrera de piano no oficial, en las academias Granados y Marshall.
¿Qué fue de usted?
Me llevaron al conservatorio a empezar de nuevo. Hice la carrera de solfeo, armonía, historia del arte, formas musicales, composición, historia de la música, piano, guitarra, acordeón, instrumental Orff Schulwerk, los dos años de música de cámara y el deseado virtuosismo.
Pero no eligió ningún instrumento.
Cada uno de mis maestros se empeñó en que fuera concertista, pero a mí lo que me gustaba eran los niños. En aquella época se hacía el servicio social, que consistía en una prestación social de tres meses. Yo escogí ir a la guardería más necesitada de Barcelona, en la Verneda, y me quedé tres años.
Apasionada.
Mucho. Ver cómo los niños reaccionaban a la música me aclaró mi destino, quería dedicarme a la pedagogía musical y a la musicoterapia, algo que aquí no existía.
¿Adónde fue a parar?
En el Mozarteum de Salzburgo me doctoré en pedagogía musical y estudié musicoterapia; y en Viena practicaba una técnica de piano para la agilidad. Fui muy feliz.
Renunció a una cátedra.
Sí, a la cátedra de Guitarra del Conservatorio Superior de Música de Sevilla. Si aceptaba, me convertía en la catedrática de Música más joven de España.
¿En qué consiste su método?
Despertar la creatividad y el amor por la música a la vez que educas el oído e introduces instrumentos hasta que uno de ellos escoge al alumno. Yo enmarco la música en algo mucho más amplio: se actúa, se juega.
¿No hay que practicar y practicar?
Hay que enamorarse. No hay nada más pedagógico que el entusiasmo. La agresividad, el desinterés por aprender, la apatía, todo eso se puede corregir con la música.
¿Cómo le fue en la Verneda?
Además de música les enseñaba mimo. Les apunté a un concurso de teatro y arrasaron. Para ellos aquella copa fue un mundo. Luego la vida dio un vuelco y acabé de profesora en los mejores colegios de Barcelona.
¿Cuál es la diferencia entre los niños ricos y los pobres?
Unos tienen de todo; los otros tienen el ejemplo de padres que salen y entran de la cárcel, discusiones acaloradas y gritos. Pero si logras abstraerlos de ese ambiente, son idénticos, los mismos gustos e inocencia.
¿Cómo nació el grupo Nins?
A los 19 años, en los setenta, y durante tres años fui jurado para TVE de un festival de canciones infantiles. Se trataba de gente adulta cantando canciones de niños: José Luis Moreno, Marisa Medina, los Calatrava... A mí eso no me gustaba, ¡pobres niños!
Y decidió solucionarlo.
Siempre evité que los Nins se convirtieran en artistas.Los niños deben ser niños, disfrutar de serlo. Creé 22 formaciones, ganamos casi todos los festivales internacionales y grabamos 200 discos, pero nunca firmé un contrato discográfico que los obligara a promociones, ni les permití hacer películas.
¿Qué sabe de ellos?
Mantengo contacto con todos los Nins que han pasado por mi vida durante 35 años.
¿Por qué no tuvo hijos?
Yo quería tener muchos hijos y llevármelos a cantar por el mundo. Pero cuando murió mi padre me afloró una enfermedad muy grave, lupus, que me ha impedido tenerlos.
Debió de ser una época oscura.
Sí, pero yo siempre he tenido buen humor. A mi madre se le había muerto el marido y le decían que yo me moría, y reaccioné como si fuera la joven más sana del mundo.
Empezó con 17 años dando clases...
Y no he parado. No sé qué he aprendido, pero tengo dentro de mí una especie de ramillete de globos de colorines, de felicidad. Me siento muy llena, los primeros 50 años de mi vida han sido como 300, me han dado tanto que no se puede calibrar.
¿Qué ha sido lo más difícil?
Perder a toda la familia y sonreír cuando he estado mal. Pero si sonríes en la adversidad, tu mal mengua. Creo que lo más importante en esta vida es saber buscarte la diversión en lo que hagas y aceptar el devenir.
Una vida entusiasta
En su blog, consultado por niños y adultos, se define como "espécimen un poco extravagante, resistente a 16.000 niños". Tiene 200 primeros premios de música internacionales, varios libros publicados, un estudio inédito sobre la estimulación a través de la música de los bebés prematuros. Ha ganado tres veces el Zecchino d'Oro, en Bolonia, el mayor festival de música infantil. Entre otras, es suya la canción de las muñecas de Famosa. No hace mucho tropezó con una baldosa levantada del paseo de Gràcia, se rompió las muñecas y los diez dedos de las manos. No ha cobrado indemnización: "No volveré a tocar como antes, pero si te lo tomas muy a pecho, pierdes más". Su alegría es admirable.
Desapego es soltar lo viejo, sin que lo nuevo haya llegado aún
Nisargadatta
ASPEN
Presagio, miedos inexplicables
Temores vagos y desconocidos para los que no hay explicación ni razón. No obstante, el paciente puede estar aterrorizado por algo terrible que va a suceder y que no sabe qué será.
Estos temores vagos e inexplicables pueden obsesionar de noche y de día.
Los que los padecen a menudo temen contar su preocupación a los demás.
Los doce curadores y otros remedios
E. Bach, 1936
Pierre de Wissant (1887), de Auguste Rodin
Intentando ocultar con la mano algo que no puede definir que no puede explicar, la ansiedad llega a paralizarlo.
Enfrentarse sin miedo a lo desconocido, a esos miedos sin causa aparente ni definida que los provoque, con la toma del remedio llegará el valor, la confianza en uno mismo, con calma y sin ansiedad.
Cómo llegó a la Reverse Therapy?
En 1996 mi esposa desarrolló una enfermedad neurológica autoinmune: neurosarcoidosis. Los dedos de los pies y de las manos y parte de la cara se le inflamaron hasta quedar paralizados.
Usted entonces era psicoterapeuta...
Las causas de las enfermedades autoinmunes (el organismo ataca las propias células) son desconocidas, pero cada vez está más claro que los factores emocionales son importantísimos en su evolución. Ivonne arrastraba problemas en el trabajo, dos hijos pequeños y pérdidas familiares.
... Y quiso ayudarla.
Sí, me puse a trabajar con las teorías del doctor Ernest Rossi, que demostró que los síntomas aparecen cuando la inteligencia corporal recuerda experiencias difíciles y almacena esa información en el cerebro emocional, y en cualquier parte del cuerpo, en forma de memoria química.
¿Al vivir una experiencia similar se activa la memoria química del cuerpo?
Sí, la conciencia del cuerpo utiliza los síntomas como código para mostrarnos que nos encontramos ante una situación difícil que debemos gestionar.
¿Qué es la conciencia del cuerpo?
Es un tipo de inteligencia organizada cuyas funciones son: procesar emociones y recordarnos emociones vividas en el pasado, activar las glándulas y otros centros de información, los mecanismos de defensa y crear emociones para guiar nuestras acciones.
¿Esa es la base de la Reverse Therapy?
Sí, entender que el cuerpo no se comunica con nosotros a través de palabras o pensamientos, sino a través de sentimientos, sensaciones o síntomas.
¿Así trata el síndrome de fatiga crónica (SFC) y la fibromialgia?
Defiendo que su causa es la manifestación, a través del cuerpo, de una serie de síntomas (alteraciones glandulares). Se trata de un trastorno del eje HPA (eje hipotálamo-pituitario y glándulas adrenales).
¿Qué provoca este trastorno?
No se trata de un problema exterior que impacta en la persona: estamos hablando de interacciones complejas entre el cerebro y el entorno, la persona, otras personas, las actitudes... Cuando la persona no logra adaptarse a determinadas circunstancias, se aumenta la carga alostática del cuerpo.
¿Qué es eso?
La cantidad de información que el cuerpo tiene que procesar. El problema es que, cuando el cuerpo detecta un error, no puede ignorarlo, tiene que intentar arreglarlo; así crea más problemas y llega el desarreglo.
¿Cómo actúa usted?
Ayudo a entender los síntomas, clarificar su mensaje y su causa, y les enseño habilidades que les ayuden a adaptarse. En un 80% de los casos los síntomas llegan a revertir a no ser que los tejidos ya estén dañados.
¿Cuál es la esencia?
Aprender a no dar tanta importancia a la mente racional. Los seres humanos tenemos un neocórtex cerebral muy desarrollado, lo que nos ha permitido crear sistemas de organización de pensamiento complejos; pero es una bendición y una maldición.
¿Por qué?
La inteligencia intelectual trabaja con normas y con reglas, y hay personas que no se adaptan bien a ellas, las sobrecargan. Al mismo tiempo, la inteligencia del cuerpo actúa como un sistema de radar y está controlando la carga alostática, busca el equilibrio.
¿La mente del cuerpo no depende de la mente intelectual?
Son semiindependientes. Si alguien tiene demasiados plazos fijos de entrega, acumula frustración y sale del trabajo con dolor de cabeza o de estómago; la mente intelectual le dice que debe continuar, pero el cuerpo no se adapta. Entonces, el cuerpo sube el cortisol para que el sistema inmunológico descienda, o sea, intenta parar a la persona para ahorrar recursos, pero la mente quiere más y no obedece: ahí tenemos la enfermedad.
¿Comprender los síntomas sana?
Tomar la acción apropiada. Tras todo síntoma subyace una emoción que ha sido ignorada. Etimológicamente, emoción viene de movimiento,produce cambios en el cuerpo químicos, neurológicos, glandulares, para llevar a un movimiento. Cuando la acción se ha tomado, se restaura el equilibrio del cuerpo y la emoción desaparece.
Entiendo.
Si esa acción que nos demanda el cuerpo no es atendida, el cuerpo irá aumentando el volumen de la emoción que se está bloqueando; así el enfado, que es una emoción primaria, se convierte en rabia, en tensiones, dolor de cabeza, náuseas..., en síntomas.
¿Cuál es su conclusión tras años tratando con pacientes?
Es algo un poco controvertido: creo que los seres humanos en Occidente somos excesivamente racionales y tendríamos que estar mucho más conscientes de nuestra inteligencia emocional y nuestra intuición.
¿Cómo educarlas?
Aumentando la conciencia, y para ello hemos de ir más despacio, escuchar más a nuestro cuerpo y menos a nuestra mente. Y creo que el problema que padecemos la mayoría es que no hemos aprendido a comunicarnos de manera eficaz. Pasamos demasiado tiempo discutiendo y poco escuchándonos. Una parte importante de mi trabajo es enseñar habilidades de comunicación.
Hace cuatro años entrevisté al director de orquesta Pablo González, que padecía el SFC y se recuperó gracias al método del doctor Eaton, que promueve lo contrario del consejo médico tradicional: "Se suele decir a las personas con SFC que reduzcan al mínimo su actividad. Hay que invertir esa actitud y la idea de que el SFC y la fibromialgia - escribe en El método Reverse Therapy (Tarannà)-son causados por infecciones víricas desconocidas o que son un disfraz de depresión. Los síntomas son causados por alteraciones glandulares producidas por el mismo cuerpo y son muy reales". Su método se deriva de una nueva forma de pensar: los síntomas son aliados que nos indican que debemos cambiar.
Podemos seguir una interesante entrevista con Pablo González en el informativo de TV3 Telenoticies migdia del 28 de marzo de 2010
Muchos padres se quejan de que sus hijos adolescentes no cuentan nada en casa, que están como ausentes, que no saben lo que pasa por su cabeza... | Pero ¿han de saberlo?
"No sólo es normal que los adolescentes no cuenten algunas cosas en casa; es sano, correcto y beneficioso; hay una zona de intimidad en las personas - y también en los adolescentes- que hay que preservar y es bueno que se preserve; los padres no tenemos por qué saber todo lo que hacen o dejan de hacer, piensan o dejan de pensar nuestros hijos", responde Javier Elzo, sociólogo y autor de El silencio de los adolescentes: lo que no cuentan a sus padres (Temas de Hoy). Su respuesta coincide con la de otros psicólogos y pedagogos consultados, que enfatizan que mientras los padres se lamentan de que sus hijos no hablan con ellos o bien indagan y preguntan para saber sobre ellos, los adolescentes se quejan de que sus padres los rallan, de que no se puede hablar con ellos, de que sólo saben echar broncas y de que no los tienen en cuenta, denotando con ello interés por comunicarse.
CLAVES PARA HABLAR CON LOS HIJOS ADOLESCENTES
Inmediatez Cuando quieren hablar, dejarlo todo y atenderles. Los adolescentes no hablan cuando los padres quieren o les va bien, sino cuando lo necesitan. Si se deja pasar esa ocasión, se cerrarán.
Confianza Compartir con los hijos detalles de la propia infancia y adolescencia, los amores no confesados, las decepciones y frustraciones, los problemas familiares (sin caer en la figura del "padre batallitas") contribuye a crear un clima de confianza compartida. Y, para ganarse la confianza, conviene no prejuzgar, no poner trampas, evitar los dobles mensajes y no engañarles.
Respeto Hay que respetar su intimidad, sus silencios y aceptar las confidencias que quieran hacer, sin forzarlas y, mucho menos, desvelarlas a terceros. Y nunca ridiculizar, por tonto o nimio que parezca el tema. Si lo plantean, es que a ellos les preocupa o interesa.
Control Si cuando se desahogan o hacen una confidencia un poco fuerte los padres se escandalizan, los sermonean o castigan severamente, probablemente sea la última vez que se sinceren. Hay que afrontar con calma el conflicto, porque es una ocasión para educar. Si se elude, se está validando lo que ha hecho o dicho; si se silencia, se estará dando por bueno.
Aceptar sus formas Difícilmente un adolescente se expresará con serenidad y buen tono; lo habitual es que discuta apasionadamente. Hay que tratar de ver los temas desde su punto de vista.
Razonar mediante el diálogo Hay que evitar el monólogo disfrazado de diálogo, escuchar y entender para después dialogar. No se puede pretender tener la razón en todo. Los padres también se equivocan. Y a la hora de exponer razones, hay que buscar las que puedan tener peso para ellos, no las importantes desde el punto de vista de los padres.
Llegar a establecer pactos Hay que ser flexibles y no caer en el todo o nada. El regateo puede ser una forma de conversación que dé mucho juego. Se puede ceder en lo superficial para ganar en lo esencial. Es mejor ir consiguiendo pequeñas metas que pretender la solución perfecta. Dar criterios, no sermones. Tratar un solo tema cada vez y de forma breve. Si se abruma al adolescente con muchas cuestiones, a los dos minutos desconectará porque le sonará al rollo de siempre. Tampoco hace falta que de cada conversación padres-hijo salgan pautas de conducta.
Ser positivos Es importante no quejarse de todo, etiquetarlos, generalizar o mostrarse suspicaces para evitar rallarlos y que se cierren en banda. Es mejor comenzar por los comentarios positivos, mirándoles a los ojos, estableciendo contacto físico y dejando claro que se es familia, se está en el mismo equipo y se le quiere.
"Los padres han de ser cautelosos con la expresión ´no cuenta nada´ referida al hijo, pues hay cosas que, normal y sanamente, los hijos no cuentan - ni contaron ni contarán- a los padres, como lo referente a sus sueños y pesadillas, al primer amor, a ideas de suicidio y pensamientos de fuga, sus preocupaciones, lo que les dicen sus amigos, sus creencias religiosas o sobre el maligno, el temor a quedarse solos por un accidente de los progenitores...", asegura Javier Urra, psicólogo y autor de ¿Qué ocultan nuestros hijos? (La Esfera de los Libros). Y añade que durante la adolescencia "los hijos están ganando autonomía y necesitan distancia, silencios, hasta pequeñas ocultaciones; los secretos son una parte necesaria de la evolución hacia la madurez". Elzo recuerda que precisamente la labor de los padres es ayudar a los hijos a ser autónomos y responsables, "de modo que el éxito de un buen padre es darte cuenta, por duro que sea, de que poco a poco eres prescindible".
Tampoco hay que confundirse. Que los chavales no cuenten todo no quiere decir que no cuenten nada. Es más, según las encuestas realizadas por Urra entre 4.000 hijos y padres de toda España para elaborar su informe, aproximadamente el 10% de los jóvenes afirma que no oculta nada a sus padres, al menos nada que considere relevante. "No es necesario, ni normal, que los adolescentes compartan todo con sus padres, porque estos no son sus colegas, y hay una edad en que su mundo son sus iguales y es en sus amigos en quienes confían; los que ahora son padres tampoco les decían a los suyos con quién se besaban o las barbaridades que escribían en el diario, a veces sobre sus propios padres; luego eso pasa, es un momento evolutivo, y la privacidad de los adolescentes es algo necesario, básico", apunta Isabel Menéndez Benavente, psicóloga especializada en niños y adolescentes.
Hay consenso en que los chavales de ahora no cuentan menos a sus padres que en otras épocas, entre otras razones porque los progenitores de ahora son más permisivos y abiertos con relación al sexo, saben lo que es salir por la noche... "La relación padres-hijos es incomparable con generaciones anteriores, cuando en la mitad de las familias el padre dictaba y el hijo obedecía; hoy la mayoría de los jóvenes de 17 y 18 años dice que lo único que oculta es lo que les puede dañar", enfatiza Urra. "A los adolescentes siempre les ha costado hablar con sus padres y a los padres con sus hijos; lo que ocurre es que la comunicación es ahora más necesaria porque las condiciones educativas han cambiado muchísimo: hemos ganado en libertad y expectativas, pero hemos perdido en autoridad y respeto, y la sociedad es más compleja y hay más variables que controlar", señala Pilar Guembe, pedagoga y coautora, con Carlos Goñi, de No se lo digas a mis padres (Ariel) y No me ralles (Nabla).
Guembe subraya que es normal que los hijos, que en la adolescencia descubren la intimidad, guarden para sí sus cosas, pero advierte que los padres deben conjugar el respeto a esa intimidad con el acercamiento a sus hijos. "Es imprescindible que haya comunicación padres-hijo porque sin comunicación no se puede educar; si no hablamos con ellos no sabremos qué hacen, qué piensan o qué sienten y, sin saber eso, no les podremos educar", indica la pedagoga.
Pero esa comunicación no se logra agobiándolos a preguntas, estando encima de ellos, metiéndose en sus asuntos, o revisando sus mensajes o su messenger. Cuando los padres indagan y aprovechan cualquier comentario o confidencia para reprender o ridiculizar, los hijos se cierran en banda y callan más.
"Si los padres no respetan su intimidad, si sólo sermonean, si siempre hablan de lo mismo, si no les escuchan, si los hijos ven que se creen que lo saben todo y nunca se equivocan, será más difícil que se cree un ambiente adecuado para el diálogo; los hijos no son delincuentes que controlar, sino hijos que educar", remarca Guembe. Tampoco se trata de, por no controlarlos o por no meterse en sus cosas, pasar de ellos "y convertirlos en 'huérfanos con padres vivos', una figura, por desgracia, demasiado habitual", advierte.
La dificultad estriba, por tanto, en comunicarse con ellos sin invadir su intimidad, salvaguardando las zonas de autonomía y privacidad. "En la comunicación padres-hijos hay una línea muy estrecha que sirve de frontera entre la necesaria autonomía de los hijos y la tutela a ejercer por los padres. Es difícil alcanzar el equilibrio, pero es necesario", afirma Javier Urra.
Isabel Menéndez cree que la clave es "que sientan nuestros pasos pero no nuestro peso; es decir, que sepan que estamos ahí, disponibles y dispuestos a escucharlos, supervisando, pero sin someterles a un tercer grado". Y lo ilustra con un ejemplo: "Podemos preguntarles dónde van y pedirles que lleven el móvil encima y conectado con el argumento de que si hay una urgencia necesitamos poder localizarlos, pero luego no estar llamándolos cada cinco minutos para ver qué hacen".
Por otra parte, psicólogos y pedagogos remarcan que la comunicación y la confianza con los hijos se gana poco a poco, de forma que de nada sirve comenzar a preocuparse en la adolescencia si desde los primeros años no se les ha demostrado que importan, que interesan sus cosas, que se disfruta perdiendo el tiempo con ellos y que se está a su lado. El sociólogo Javier Elzo opina que la comunicación se complica hoy día en muchas familias por el agobio que viven los padres. "Los chavales lo perciben y tienen un doble sentimiento: por una parte la necesidad de hablar con sus padres de lo que a ellos les interesa - no de lo que interesa a sus padres- y, por otra, algo nuevo que antes no se tenía, el temor y cierta preocupación por no dañar, no preocupar y no molestar a los progenitores", explica, convencido de que los hijos se callan muchas cosas porque ven a sus padres agobiados y no les quieren preocupar.
Claro que también son muchos los que callan por miedo a ser sancionados, porque les impondrán prohibiciones o, simplemente, porque no serán entendidos. "Si un chaval cuenta algo, es una ocasión de oro para hablar con él, sin hacer una reprimenda o sermón en cada ocasión, porque entonces no volverá a contar nada", dice Elzo. Eso no significa que si ha hecho algo grave se pase por alto, pero conviene buscar la ocasión adecuada. "Si el chaval llega bebido a la una de la madrugada, no será esa noche ni a la mañana siguiente, cuando esté con resaca, el momento de hablar de lo que ha pasado ni de encauzar su comportamiento", ejemplifica.
Tampoco favorece el diálogo con los hijos el que muchos padres limiten sus conversaciones al área instrumental: "¿Te has duchado?", "¿has hecho los deberes?". De hecho, tanto Javier Urra como Javier Elzo han constatado que muchos chavales se lamentan de que sus padres sólo les preguntan por las notas que sacan, que sólo se preocupan por sus calificaciones y que el resto de aspectos escolares y personales los consideran niñerías. Y esa desconsideración o falta de interés por sus preocupaciones y por sus asuntos figuran entre los motivos que los adolescentes aducen para no contar cosas a sus padres (véase información de apoyo) y también condicionan los temas que ocultan. Elzo sintetiza en cuatro las áreas de ocultación: sus relaciones sexuales, las cuestiones relacionadas con el consumo de drogas y de alcohol, las notas y lo que hacen en Facebook y otros foros de internet, que hoy es su principal medio de comunicación y socialización.
El informe de Urra sobre ¿Qué ocultan nuestros hijos? ofrece una lista más detallada de las ocultaciones más habituales, con curiosidades como la de un chaval que no cuenta a sus padres que va a misa. "La mayor parte de los secretos de los adolescentes son inocentes, y los que no lo son es mejor que los compartan con otros adultos que no sean los padres", tranquiliza este psicólogo. Y recuerda, además, que los padres también callan cosas a sus hijos por no perder su autoridad.