Ahora que vamos despacio, ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, tralará... de pronto me ha venido a la mente esta canción, la razón super fácil, el título de la película Pequeñas mentiras sin importancia.
¿Cuantas veces al día decimos mentiras? ¿Tiene eso importancia?
Las mentiras nos las decimos a nosotros mismos y a los demás y en eso se basa el argumento de esta película, de la que su director Guillaume Canet reconoce como una película personal fruto de un trabajo de introspección, que le ha permitido poner orden a su vida y descubrir quiénes son los amigos a los que quiere de verdad.
Las imágenes y los diálogos discurren en las relaciones de un grupo de amigos que se reunen en sus vacaciones de verano, en el Cabo Ferret, a más de quinientos kilómetros de París, comparten el espacio de una magnífica casa en la playa, sus comidas, sus salidas al mar, sus verdades y sus mentiras.
Los amigos se encuentran en una aparente armonía, no acaban de decir lo que realmente sienten y quieren, muchas veces callan, forma sutil de decir mentiras, y otras directamente mienten, esconden bajo la alfombra lo que necesitan y les gustaría expresar, hasta que se encuentran con alguien que levanta esa alfombra y descubre las contradicciones y cobardías de su día a día.
El poder y el significado real de las palabras se nos muestra claro y contundente, las cosas no se arreglan solas, es importante decir lo que verdaderamente queremos, tener claras nuestras prioridades y no esperar a que sea demasiado tarde.